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¡SE NOS HA JUBILADO DON TOMÁS!

El pasado jueves 15 de marzo, don Tomás dio su última clase entre las 9:50 y las 10:45 de la mañana. Comenzó a partir de ese momento su jubilación. El Centro en el que ha trabajado durante los últimos 32 años lo despidió con honores y con emoción. El conjunto del alumnado de Secundaria le tributó un sentido homenaje en su última mañana de maestro en activo. Le regaló un larguísimo aplauso, seguido de fotografías para el recuerdo, tarjetas gigantes repletas de dedicatorias preciosas…

En cuanto al profesorado, lo despidió el viernes con un almuerzo entrañable en el Hotel Contemporáneo de Santa Cruz de Tenerife.  Allí  también recibió obsequios para el recuerdo. Entre ellos, una presentación de PowerPoint que recordaba los momentos más significativos de su trayectoria docente y unas palabras de homenaje que reproducimos a continuación.  FELICIDADES, TOMÁS, SÉ FELIZ EN TU NUEVA ETAPA!

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¡Osado atrevimiento, vive Dios, este de tomar la palabra para intentar hacer justicia a la valía del compañero Tomás! A don Tomás como lo llaman todos los alumnos que han pasado por su mano, por su sin par estilográfica o por sus exámenes manuscritos elaborados como auténticas filigranas del  esmero por enseñar deleitando.
A Tomás, que se nos jubila hoy, no le sobra nada. No le sobra el don, porque es un caballero que con su sola presencia impone el tratamiento. Ha de ser cosa de apostura innata, sin duda. No es gratuito, tampoco, el calificativo de compañero, pues pocos como él tienden la mano solícita en cuanto intuye que alguien necesita ayuda. No le sobra tampoco, ni mucho menos,  el título tan denostado en estos tiempos,  de maestro. Porque lo es y con mayúsculas. Un maestro de vocación que ha visto pasar por las aulas y ha educado a tres generaciones.
Este colega -que hoy se muda a la retaguardia, dejándonos en la trinchera de los ajustes y los planes A y B del azaroso menester de sobrevivir enseñando- se marcha porque puede. Y porque quiere. Se va a conjugar el verbo jubilar en su sentido más estrictamente etimológico, esto es, a holgar y hacer del jubileo la máxima de su existencia. Enhorabuena.
 
Atrás han quedado para él los duros años de lucha en los que estudiar era un lujo alcanzable  solo a base de mucha fuerza de voluntad. El menor de 6 hermanos,  Tomás tenía muy claro desde chico que quería ser alguien en la vida. Y luchó para ello. Y no se conformó con que las escuelas de la época –en su Arico natal o en Granadilla- no tuvieran las condiciones deseables. Por eso buscó academias varias en las que prepararse y luego se presentaba por libre (¡oh tiempos!) en el instituto que se terciara (en Guía de Isora, en La Laguna o en Santa Cruz). Y por eso, también, acabó asentándose en la capital de la isla, donde ya terminó más cómodamente su bachiller, hizo su Magisterio y aprobó sus Oposiciones.  ¡Qué buen muchacho este Tomás nuestro, tan mozalbete aún y ya funcionario del Estado!
Con tan solo 22 años, Tomás se convirtió en un joven titulado en condiciones de elegir un excelente trabajo en la Banca o en Telefónica. Pero se dejó llevar por la vocación y se dedicó a enseñar. En fin, debió mediar el destino (no en vano había dado sus primeras clases particulares con solo 16 añitos). Y comenzó en ese momento para él la andadura quijotesca  de un maestro absolutamente entregado a su faena. Una andadura, por cierto, con muy pocas paradas: El Colegio de El Sobradillo, Aguamansa (Orotava), Príncipe Felipe (Candelaria) y el Marina Cebrián. Inmediatamente después recaló en el Bethencourt y Molina y aquí se quedó. Durante más de treinta años.
Aquí ha impartido Secundaria en los últimos tiempos. Pero también fue maestro de Primaria. Incluso en cierta ocasión cogió un grupito de Infantil de cuatro años a los que llevó de la mano hasta 2º de Primaria. Si a eso añadimos que ha dado clases de adultos para ayudar a los mayores a sacar su Certificado de Estudios Primarios o su Graduado Escolar, el que dude de su vocación docente, que levante la mano y se atreva a decirlo…
Concluyendo, estamos aquí para celebrar que nuestro compañero pone fin a una etapa e inicia un nuevo capítulo de su vida. Así que llenemos este momento de alegría sincera por él. Festejemos con Tomás que ha recogido en el camino la mejor de las cosechas: tres generaciones de personas que –después de muchas podas, injertos y abonos- lo quieren y lo recuerdan como el maestro que se preocupaba por ellas, el que respetaba y se hacía respetar, el que les explicaba dudas en los recreos, el que no se cansaba jamás de decirles “no te rindas, que tú vales”.
Alegrémonos con él porque lo están esperando su huertita y sus arbolitos, su “locus amoenus” particular. Vamos a desearle todo el tiempo y la salud del mundo para que pueda hacer lo que más le gusta: disfrutar de su familia, de la naturaleza y también de la escritura. Sí, porque Tomás es todo un trovador anónimo de sensibilidad  poco frecuente en estos tiempos. Yo que he tenido el privilegio de leer algunos de sus versos lo puedo afirmar. No dejes de escribir Tomás. Sigue compartiendo el regalo de tus poemas, ahora que tienes oportunidad de recopilar y ampliar tu producción literaria. No dejes baluto ese hermoso espíritu poético que te ennoblece. Síguelo sembrando, por favor. Y disfruta con lo que hagas. Sea lo que sea. ¡Carpe diem!
 
Tus compañeros del Ceo Bethencourt y Molina,
 
16 de marzo de 2012